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El modelo tradicional de educación se basa en la creencia de que el aprendizaje solo se logra a partir de la enseñanza impartida por un docente, mediante procesos estandarizados tanto en su forma como en su contenido, y asume que enseñar es transmitir un conjunto de conocimientos de manera oral o escrita.
El aprendizaje es un factor clave para la adaptación y la supervivencia. Vivimos en un mundo que cambia y se transforma constantemente. Día tras día aumenta la velocidad con la que se avanza en la generación de nuevos conocimientos, en la liberación de nuevas tecnologías y en la integración de éstas al mundo empresarial y a la vida cotidiana de las personas.
La principal herramienta que tenemos para sobrevivir y adaptarnos a este entorno cambiante es el aprendizaje. Es decir, la posibilidad de apropiarnos de nuevo conocimiento, de desarrollar nuevas habilidades y de adquirir capacidades para enfrentar nuevas situaciones y resolver otro tipo de problemas. Aprendizaje que tiene que producirse en cada vez en menor tiempo y con mayor efectividad que la que tuvo en el pasado.
La forma como aprendieron muchas generaciones pasadas, y como siguen aprendiendo hoy en día la mayoría de las personas, no es apropiada para el nuevo contexto en el que vivimos. Durante varios siglos, y con mayor fuerza desde la llamada “Revolución industrial” a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, se hizo énfasis en el aprendizaje a partir de los procesos formales de enseñanza que fueron diseñados para facilitar la adaptación de las personas a los ambientes de producción industrial.
El modelo tradicional de educación se basa en la creencia de que el aprendizaje solo se logra a partir de la enseñanza impartida por un docente, mediante procesos estandarizados tanto en su forma como en su contenido, y asume que enseñar es transmitir un conjunto de conocimientos de manera oral o escrita.
Además, la educación tradicional está tan centrada en la enseñanza y desconoce, de plano, todo aprendizaje que el estudiante pueda obtener por fuera del aula de clase y del proceso formal de enseñanza (una prueba muy simple de esto está plasmada en los reglamentos académicos de colegios y universidades en los que se dice que si un estudiante deja de asistir a un determinado número de clases, pierde el curso sin derecho a presentar pruebas de su conocimiento. Es decir, a las instituciones les importa la enseñanza no el aprendizaje).
Lo peor de esto es que incluso hoy en día, muchas instituciones educativas que optan por asumir la educación “en línea” como una manera de innovar, miden el número de accesos (y su duración) a las denominadas “aulas virtuales” y lo utilizan como un factor de control y calificación del estudiante, tal como lo hacen con la verificación de la asistencia a clase de sus alumnos presenciales.
Los procesos estandarizados y masivos de enseñanza desconocen hallazgos tales como que existen diferentes tipos de inteligencia, diferentes estilos y ritmos de aprendizaje, diferentes factores de motivación e interés por un conocimiento específico, diferentes necesidades de aprendizaje, etc.
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