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La tecnología ha entrado en el aula, sin que una consciente integración con lo pedagógico y, en algunos casos, como una simple sustitución de tecnologías anteriores pero sin un verdadero aprovechamiento de su potencial.
Recientemente estuve invitado a participar en un panel sobre Tecnología y Educación dentro de un Congreso Internacional de Educación. Allí debía hacer una breve intervención emitiendo mi visión sobre el tema.
No fue nada fácil. No lo fue, porque llevo unos 25 años pensando, hablando e intentado utilizar tecnología en educación.
Durante Buena parte de ese tiempo he estado en la aventura de motivar, convencer y tratar de formar profesores, la mayoría universitarios, en el uso apropiado de tecnologías en su actividad docente. Tecnologías, que como podrán suponer, han cambiado bastante durante este tiempo. Resumo a continuación las ideas clave que expruse allí.
Las tecnologías han cambiado bastante, la educación muy poco. Pese a que el discurso de los académicos ha cambiado, sus prácticas no. Pero lo que más ha cambiado en este tiempo es el entorno, la sociedad, las personas.
Con respecto a las personas, debo decir que más allá de las etiquetas desafortunadas que se pretende imponer: milenials, centenials, generación Z y otras más, lo que ha cambiado radicalmente son los comportamientos y las interacciones. La colectividad.
En todo este tiempo he tenido cientos de experiencias que valdría la pena comentar, múltiples aprendizajes que quisiera compartir. Finalmente, y después de darle muchas vueltas al tema, decidí hacer algo muy diferente. Decidí atormentarlos con un par de inquietudes que me han desvelado recientemente. Y les confieso que cuando hablo de desvelar lo digo en sentido literal.
Por eso pensé, si ha temas que me preocupan, por qué compartirlos y contagiar a otros con mis preocupaciones. Por qué no intentar quitarles también el sueño.
Mi primera inquietud tiene que ver con la incorporación de tecnologías en el aula (hablo del aula como ese espacio cerrado, limitado, físico o virtual, que consideramos como escenario casi exclusivo en el que suponemos desde hace siglos, ocurre el aprendizaje).
La tecnología ha entrado en el aula, sin que una consciente integración con lo pedagógico y, en algunos casos, como una simple sustitución de tecnologías anteriores pero sin un verdadero aprovechamiento de su potencial.
Un ejemplo de esto último es el caso del proyector de opacos. Un aparato que se usaba para proyectar imágenes que estaban impresas (por ejemplo un libro). Las instituciones educativas solían disponer de uno o de varios proyectores de este tipo, al igual que los clásicos proyectores de transparencias (acetatos) y los de diapositivas. En términos generales, todos ellos cumplían una misma función: proyectar imágenes, fotografías, cuadros sinópticos, diagramas, mapas, etc. Hoy en día en la mayoría de aulas de las instituciones educativas existe un videoproyector que permite proyectar contenido desde un computador o desde una memoria portable (tipo USB). Muchos docentes los usan todo el tiempo para proyectar presentaciones cuyo contenido es muy similar al que se proyectaba en tales aparatos. Incluso algunos proyectan diapositivas llenas de textos, que no solo no aprovechan el potencial de tal herramienta digital sino que no aportan al proceso de aprendizaje.
Por otro lado, en cada aula hay al menos tantos dispositivos móviles como personas, pero usualmente estos son distractores, estorban, fastidian, pero no se integran.
Algo peor, fuera del aula, cuando termina una clase, siguen existiendo tantos dispositivos móviles como personas. Interconectado a través de múltiples canales. Correo, varias aplicaciones de mensajería, twitter, redes sociales, etc. Y no se usan para extender el proceso de aprendizaje en espacio y tiempo.
Ahora usamos un computador en el aula para proyectar videos. Eso lo hacíamos hace 30 años con un proyector de 8 y 16 milímetros pero no usamos videos interactivos, usamos textos digitales en pdf estáticos, pero no hipertextos o documentos hipermediales como lo permite este formato.
La segunda inquietud tiene que ver con que el mundo allí afuera ha cambiado y sigue cambiando a una velocidad vertiginosa. Las herramientas, los modelos de negocio, los problemas de las empresas y la sociedad están cambiando. Las consecuencias de de estos cambios son diversas. Cada una de ellas lo suficientemente importante como para ser considerada el sistema educativo, en general, y los educadores, en particular:
- las competencias laborales que demanda el mundo actual son diferentes a las del pasado. Según diferentes informes publicados durante el último año, al menos el 30% de las competencias que demandará el mercado laboral en los próximos 5 años, son completamente nuevas.
- se estima que en America latina, el 60% de los trabajos pueden ser sustituidos por robots y máquinas inteligentes en menos de 5 años.
- desde hace más de 4 años, cientos de noticias que leemos a diario son escritas por robots inteligentes (máquinas) y no por personas. Y, lo que más llama la atención de esto es que no estamos en condiciones de diferenciarlas de las escritas por humanos.
- los negocios han cambiado tanto que hoy la empresa que lidera el mercado hotelero global no posee un solo hotel, y su origen no proviene de la industria hotelera. Igual pasa con el negocio del transporte, la industria editorial, el sector inmobiliario, la música, etc.
- Se habla ahora incluso de la uberizacion de la educación superior, para referirse a plataformas tecnológicas de educación que ayudan a desarrollan competencias en corto tiempo, con estrategias educativas y modelos de negocio innovadores.
Mientras tanto, seguimos encerrando a los estudiantes en un aula durante 4 o 5 años (seguimos construyendo aulas cerradas y con pizarrones). Para entregar un título profesional que no explica ni da cuenta de lo que realmente puede hacer una persona. Mientra que en los últimos años, más de 50 de las grandes empresas multinacionales han declarado abiertamente que no contratan profesionales por los títulos que tienen. Contratan personas que demuestren capacidades reales. Sin importar como o dónde las desarrollaron.
Por tanto. Creo que ya no se trata de ver como cambiamos lo que hacemos en el aula. Si no como transformamos las instituciones educación misma.
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